jueves, 11 de mayo de 2017

azúcar

"mi padre es diabético" me gritó mi encantador vecino el otro día al salir de casa. mi vecino es un niño pequeño; es guapo, que juega al fútbol y que quiso compartir conmigo la novedad de su casa. mi cara, mirando al padre, (no queráis saber cómo era la cara del padre al oír la confesión a los cuatro vientos) fue de sorpresa, como si me hubiese contado que se había hecho de una cofradía. ayer, al asomar la nariz por la ventana vi un cuerpo. el cuerpo estaba en el suelo, -envuelto en un saco de dormir que en sus mejores tiempos fue rojo brillante-, y bajo el tejado de chapa del edificio antiguo que tengo enfrente. había llovido por la noche y se tuvo que poner ahí, a la vista de todo el mundo aunque no fuese lo que más le gusta a la mendiga. su dignidad le impide dejarse ver mientras duerme. (al menos eso le contó a mi hijo a quien interceptó rato después por la calle y a quien volvió a agradecer nuestra ofrenda y con recado de "dile a tu madre que muchas gracias") como quiera que a mi hijo, esa visión le iba a atragantar el desayuno, decidimos sacarle un paquete de galletas y un botellín con leche fresca. la idea era ponerle todo a su alcance sin molestarla, pero al ir a dejarlo, (tenía los zapatos arriba, a modo de cabecero) se despertó. nos dio las gracias, pero lamentaba no poder comer muchas galletas (ya llevaba en la mochila) porque no le va bien tomar demasiado azúcar (¿otra diabética?).

No hay comentarios:

Publicar un comentario