ya no sentiría más el frío de las baldosas del baño, no tendría que afeitarse y así soportar el deslizamiento de la cuchilla sobre su piel que tanto repelús le daba. era algo a lo que nunca se acostumbraría.
tenía además la suerte de que su gato parecía haber tomado la misma decisión, y acurrucado a sus pies, le transmitía un calorcito acompasado con el ronroneo de quien se sabe feliz, relajado y sin amenazas que perturben su sueño.
qué suerte!!, pensó mientras se daba la vuelta dispuesto a volver a caer en somnoliencia… de repente, la oreja derecha del gato se movió inconscientemente como buscando, como si fuera el periscopio de un submarino, como las chimeneas que giran según les da el aire… como si nada fuera con él....
continuará....