martes, 8 de enero de 2013
soldes
en mi periplo de ayer, primer día de rebajas y festivo, observé algo en lo que nunca había reparado. será porque yo estaba del lado de los de mirar y esperar; el caso es que me fijé en las puertas de las boutiques: llenas de hombres, hombres que esperan a que sus respectivas huroneen entre las gangas y ofertas-anzuelo; los más afortunados estaban sentados en un banco mientras que los otros realizaban paseítos cortos; lo suficientemente cortos para que cuando sean requeridos, no estén lejos del campo de visión de las demandantes. recuerdo que en otro tiempo me fijé en otro detalle: a las puertas de la heladería había un cuasi-colchón de chicles pegados al suelo. negros y abultados ellos. abandonados, repudiados y sustituídos sin ningún previo aviso que no sea la salivación inmediata anterior antes de ser expulsados al exterior vía escupitajo. no se por qué me fijo en estas cosas, pero es así. no quiero decir que los señores que ayer visioné estuviesen en semejante circunstancia, pero sí me vino a la mente el artículo que ángeles caso tuvo a bien compartir, donde nos recuerda que no hay nada que iguale al amor de los tuyos, a la salud, a la mantita que tapa tus piernas en el sofá, ni siquiera unas buenas rebajas.
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